A partir del siglo IX en la vertiente sur de los Pirineos el territorio se organiza en condados dependientes del reino Franco, dentro de la Marca Hispánica. Durante el siglo X los condados catalanes irán desvinculándose progresivamente del Imperio Carolingio hasta conseguir la independencia política y religiosa.
El Valle de Boí formaba parte de uno de estos condados: el de Pallars-Ribagorça, adscrito en la casa de Tolosa hasta finales del s.IX. Con la independencia del condado se inicia un complejo proceso de control político y religioso del territorio que acaba con la división del condado originario en tres nuevos condados independientes: Ribagorça, Pallars Jussà y Pallars Sobirà y con la creación de una nueva diócesis: El obispado de Rueda.
El Valle de Boí es en medio de este proceso. En la primera división territorial había restado dentro del territorio de la Ribagorça, pero, a partir del 1025, pasa a formar parte del Pallars Jussà, y durante buena parte del s.XI se ve inmersa en las luchas condales entre los dos Pallars. Paralelamente, a mediados de s.X, las iglesias del valle que, originariamente, eran del obispado de Urgell pasan a depender del obispado de Rueda. La creación de esta nueva diócesis inició un periodo de disputas entre los dos obispados. El Valle de Boí también es en medio de este conflicto tal como lo demuestra el acta de consagración que Ramon Guillem, obispo de Roda Barbastre, hace pintar en una columna de Sant Climent de Taüll en 1123 como muestra de control del territorio.
Pocos años después, el 1140, se firma la concordia entre los dos obispados. La mayoría de las parroquias del Valle de Boí se adscriben al obispado de Urgell, solo Assumpció de Cóll restará dependiendo de Roda Barbastre.